jueves, septiembre 22, 2005

Hepatalgina

La reflexión es un camino de ida. Antes pasaba por el doble turno, trabajo androide a la mañana, prosa descriptiva a la tarde. Una pausa de 5 minutos sin La Virginia, levantas la cabeza y ves algunas áreas de tu corteza cerebral aburridas por desuso.
Yo exijo que mi crecimiento profesional venga en un combo con la reflexión constante. Necesito que mi disciplina venga embebida de una filosofía sobre ella. Pero no hay algo llamado filosofía de la medicina.
No hay un espacio cordial para preguntarse. Lo peor, mis jefes ni los jefes de mis jefes lo tuvieron, y nunca escuche a ninguno reclamarlo.
Y sin espacios así, te asfixias. Hay espacio para terapias de grupo. Hay espacio para decir que los estudiantes de medicina se deprimen mas (en www.nejm.org de la semana pasada), pero nada de lo que estoy vociferando.
Ahora, si con ese colchón de hojas verdes no alcanzaba, démosle la bienvenida a la nueva vinagreta, agria: No se permiten las preguntas académicas, nada de reflexión ni siquiera técnica. Esto es un golpe de estado, una patada al hígado (todo para decir que las patadas al hígado no existen, y que son o cólicos biliares o migrañas).

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